PORVOSGRAFÍA

Holográficos hombres
pululan por mi mente
de sexo y descarte
(ebullicientes fantasías)

No me animo
soy frágil mujer adecuada a normas sociales
destilo deseo y desgrano erotismo
escondo latidos
toso pasión para enfriar mi sexo
Se relame la ausencia de caricias
con sarcasmo se burla de mis nuevas escamas
con dinero las depilo
con esmero las lustro
pero arden lumbres por falta de calor

La calzada deambula por
ritmos y razones
sonrío con hielo
Decrépitos propósitos me
avalan

VALY WAINER

YO MAJA




Un territorio impenetrable
conserva su impunidad en mi interior.

Ayuda para desquitarme de mi propio encierro
Socorro me ahogo en un mar de espermáticas nimiedades

La prosa ininstituible de mi aliento
se hace lugar a empujones
ellos igual se las ingenian para perpetuar nuestra ausencia

Verbos y mal humores
untan el ritmo impávido que resuelvo llevar
humeantes condones me protegen de sus imposiciones viriles

Yo, nada,

quejosamente
me igualé a mis antepasadas pares
en luchas impotentes.

Yo, nada,

columpiando mis pasiones
en rincones remotos de mi memoria
ausente.

Yo, nada,

silencio la razón y me manejan las pociones

Yo, nada,

trepo violentamente por mi orgullo

Con la misma crueldad
con los mismos argumentos:

yo oprimo
tu oprimes
él nos oprime
nosotras nos dejamos
ellos gozan

En machismos heredados
en insomnes mandatos colectivos

Yo, nada.

Gorgojeo palabras insultantes
para desprenderme de mis insípidas vestiduras de dama
años de sociedades me disfrazan de mujer
profundos argumentos me detienen
simulan mantenerme en pie

Yo, nada.

Tropiezo con las mismas columnas vertebrales
miriñaques
minifaldas

Menstruando tiempo
veintiocho eternidades pasarán
antes del matriarcado

Cadenas de machos
tejerán hombres
pregonando fálicas demandas.

Pero el cetro es nuestro
redondo como nuestros vientres
doliente como contracción
potente como parto.

Dar muerte es hombre

La vida,
la vida es mujer.

VALY WAINER

SÓLO PIEDRA

Lentamente para él, me fui convirtiendo en una piedra: primero, me acusó de fría (porque no se animaba a decirme frígida). Luego de no mucho tiempo de estar juntos me decía: - Qué dura de entender que sos.
No conforme con denigrarme y subestimar mi inteligencia, pasó a criticar mi opacidad: - Jamás te destacaste en nada.
Ni hablar de mis sentimientos y mucho menos de mi vida interior...
Hasta que conoció a otra. Fue entonces cuando me convertí en una verdadera piedra, pero en el zapato. Lo molestaba. Lo interrumpía. No encontraba como destruirme.
Pero por fin tomé coraje; me desendurecí, me quité el polvo y lo eché, o lo dejé partir.
Comencé a estudiar, a arreglarme, a embellecerme y hasta me animé a amar.
Este jamás me menospreca, me cuida, me protege. Y es tanto el brillo que me saca con sus caricias, que aquí estoy, irreconocible, diamante, brillante.
Finalmente los dos tienen algo en común, ambos me tratan como piedra.                     

El Jardín De Las Delicias

.
¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes en plena ebullición, predestinada a ciegas para las ceremonias de la especie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez un atajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocencia y sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma?¿ O tan sólo quizás una región marcada como un cruce de encuentro y desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?
No. Ni vivero de la perpetuación, ni fragua del pecado original, ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperado propague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquieraun lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo que huye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.

A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranas de la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.

Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena del viaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y sus secretas ciencias de extravío que se expanden de prontode la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida, escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que soncomo tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indeciblehasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigodel horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misteriode la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de suprado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universoen expansión, con todo el universo en contracción para el parto del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en lasangre la creación.

El sexo, sí,más bien una medida: la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.

Olga Orozco
(1920-2000)
modelo: Tony Ward
fotógrafo: ROBERT MAPPLETHOPER



El amor es un asunto de entrañas. Un vértigo sagrado en el follaje glandular.

LEDA VALLADARES


TREVOR WATSON

Cuando un pecho calza en otro pecho,
cuando una mirada entra milenariamente en otra
todo el universo se ajusta.

Entonces la gloria es una cama
unas sábanas que tienden el misterio de dos.

LEDA VALLADARES
(1923)

CUENTOS EXTREMADAMENTE CORTOS




RITA

A Rita, recién declarada anorgásmica por su esposo, la sorprendió una gota de rocío cuando injustificada-mente se le deslizó por la ingle.
Fue la última vez que escuchó a su marido


-----------------------------------------------------------------------------------------------

VERÓNICA

Se cansó de fingir.
La primera defunción de ego la sufrió su marido al descubrir el fraude.
La segunda su suegra, cuando él repartió su antigua sonrisa adolescente al lograr que de verdad ella recuperara el placer.

-----------------------------------------------------------------------------------------------

ÉXTASIS

Cuando se le cae el bretel no se da cuenta que su pecho queda expuesto.
Ese joven transeúnte se queda boquiabierto mirándola extasiado.
Al darse cuenta, Julia, descubre que no es tan tímida como cree, porque no se sonroja, se humedece.
Permanece largo rato exhibiéndose hasta lograr que él sea el ruborizado.
En plena calle los dos hierven de deseo, el uno por el otro. Ninguno se anima acercarse (y sí, algo de tímida le queda).
Finalmente ambos concluyen como siempre, solos, en la intimidad de sus baños.

VALY WAINER

XII

a Alan de Vermount..................................................
.

cuervos en mi mente

sobre su querido cuerpo

es el gran frio de la noche

lo negro
.
pasión de nuestros señores

los deseos
.
.


(1936-1972)
.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

IRMA





Caminando al trote de las obligaciones, Irma transpira soledad. Mira fijo el infinito y condecora con orgullo su trabajo de ama de casa. Pero es ella sola la que se esmera por resaltar lo maravilloso de sus tareas domésticas; la familia navega en la cotidianeidad de la perfección del hogar sin atender al empeño y al esfuerzo que significa.
Cuando llega la tarde, la diaria tarde y la inmersión en el planchado, prende la TV y naufraga en las novelas de turno que se encadenan una a una hasta las seis, para arrojarle un salvavidas de pasiones inventadas.
Irma, prevenida, tiene un pañuelo hecho un bollito guardado en la manga para urgencias, no sea cosa que la sorprenda una lágrima.
Guarda con pasión a Carlos Alberto, a quien le sucede luego la sinuosa vida de Amanda, llorando estrepitosamente por el amargo destino de Juan Horacio que no será liberado por la malvada Ana Laura. Después endulzan el goteo de sus ojos. Paula Marcela cuando recupera a su tan ansiado Ricardo, y nunca apaga el televisor sin deleitarse antes con la belleza de Pablo, arrancador profesional de suspiros femeninos.
Pero hoy jueves la vida le hace trampa, se corta la luz de toda la cuadra, no plancha, no TV.

Y ahora qué podrá hacer si el resto de la casa está impecable.
La atrapa la angustia, sus neuronas con telaraña comienzan a sacudirse y el cuerpo enmohecido se mira en el espejo esquivando la imagen de la rutina. Iluminada por el sol, ve a una extraña, demacrada y deslucida. No comprende quién es ésa. Busca con desesperación en el cajón de la cómoda la esperanza. Se tira encima todo el perfume de emoción que encuentra y sale a la calle en busca de…  ella misma.
En la vereda de enfrente se encuentra con tres o cuatro Carlos Albertos y a dos cuadras recoge del suelo una lágrima de Amanda, la guarda en la manga junto a su pañuel, él sabe qué hacer con el llanto inerte.
Camina largos recuerdos y no puede alcanzarse. Cruje ante la tempestad de su historia sin quejas. Lame la oportunidad que abandonó sin ver.
De pronto, un viento fuerte le acomoda el cabello y le endereza la espalda se yergue su figura y se dibuja el aura. Recupera SU nombre: el “Casela” vuelve a ocupar su lugar destituyendo el de propiedad “de Cardoso”.
Juan Horacio le guiña un ojo, ella bosteza la indiferencia y le regresa entusiasmo; todavía hay hombres que la miran, se asombra.
Pablo, el galán incandescente, la toma sorpresivamente de la cintura, la mira directo desde el interior de su mirada color habano y sin permiso le inscribe un beso en los pétalos de los labios de la reminiscencia.
Se le cae un ruego “más” y Pablo se enreda en el tumultuoso despertar de esta mujer, desincrustando en ella los besos laborales.
Los invade el delirio, el entusiasmo, la vehemencia, caen al piso rodando encadenados de amor, y ahí, en medio de la calle, sin inhibiciones, la intensidad del deseo se precipita hacia fuera sin obstrucción y se acarician cada hectárea de materia. Se funden.
Nadie se asombra, ni siquiera los miran de reojo.
Irma siente la erección de sus pensamientos, se acurruca en un rincón de su pasado, se pone feliz del hallazgo y se entrega a la turgencia de sus pechos, y la espera ansiosa de su vientre irritado. La llegada de Pablo a su cálido umbral sabe que va a marcar el regreso absoluto de la impunidad que otorga la pasión.
El olor a hombre que hacía tiempo no se permitía inhalar desprende una novedad ya conocida y olvidada, ella también tiene orgasmos.
Regresa con el trofeo de haberse hallado. Entra a su casa y ve un enorme ramo de flores en el centro del corazón del marido que estira el brazo entregándoselas. Qué extraño, olés a Pablo.

VALY WAINER




(1896)