YO MAJA




Un territorio impenetrable
conserva su impunidad en mi interior.

Ayuda para desquitarme de mi propio encierro
Socorro me ahogo en un mar de espermáticas nimiedades

La prosa ininstituible de mi aliento
se hace lugar a empujones
ellos igual se las ingenian para perpetuar nuestra ausencia

Verbos y mal humores
untan el ritmo impávido que resuelvo llevar
humeantes condones me protegen de sus imposiciones viriles

Yo, nada,

quejosamente
me igualé a mis antepasadas pares
en luchas impotentes.

Yo, nada,

columpiando mis pasiones
en rincones remotos de mi memoria
ausente.

Yo, nada,

silencio la razón y me manejan las pociones

Yo, nada,

trepo violentamente por mi orgullo

Con la misma crueldad
con los mismos argumentos:

yo oprimo
tu oprimes
él nos oprime
nosotras nos dejamos
ellos gozan

En machismos heredados
en insomnes mandatos colectivos

Yo, nada.

Gorgojeo palabras insultantes
para desprenderme de mis insípidas vestiduras de dama
años de sociedades me disfrazan de mujer
profundos argumentos me detienen
simulan mantenerme en pie

Yo, nada.

Tropiezo con las mismas columnas vertebrales
miriñaques
minifaldas

Menstruando tiempo
veintiocho eternidades pasarán
antes del matriarcado

Cadenas de machos
tejerán hombres
pregonando fálicas demandas.

Pero el cetro es nuestro
redondo como nuestros vientres
doliente como contracción
potente como parto.

Dar muerte es hombre

La vida,
la vida es mujer.

VALY WAINER

SÓLO PIEDRA

Lentamente para él, me fui convirtiendo en una piedra: primero, me acusó de fría (porque no se animaba a decirme frígida). Luego de no mucho tiempo de estar juntos me decía: - Qué dura de entender que sos.
No conforme con denigrarme y subestimar mi inteligencia, pasó a criticar mi opacidad: - Jamás te destacaste en nada.
Ni hablar de mis sentimientos y mucho menos de mi vida interior...
Hasta que conoció a otra. Fue entonces cuando me convertí en una verdadera piedra, pero en el zapato. Lo molestaba. Lo interrumpía. No encontraba como destruirme.
Pero por fin tomé coraje; me desendurecí, me quité el polvo y lo eché, o lo dejé partir.
Comencé a estudiar, a arreglarme, a embellecerme y hasta me animé a amar.
Este jamás me menospreca, me cuida, me protege. Y es tanto el brillo que me saca con sus caricias, que aquí estoy, irreconocible, diamante, brillante.
Finalmente los dos tienen algo en común, ambos me tratan como piedra.                     

El Jardín De Las Delicias

.
¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes en plena ebullición, predestinada a ciegas para las ceremonias de la especie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez un atajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocencia y sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma?¿ O tan sólo quizás una región marcada como un cruce de encuentro y desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?
No. Ni vivero de la perpetuación, ni fragua del pecado original, ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperado propague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquieraun lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo que huye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.

A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranas de la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.

Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena del viaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y sus secretas ciencias de extravío que se expanden de prontode la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida, escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que soncomo tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indeciblehasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigodel horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misteriode la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de suprado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universoen expansión, con todo el universo en contracción para el parto del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en lasangre la creación.

El sexo, sí,más bien una medida: la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.

Olga Orozco
(1920-2000)