COMENTARIO




Extraño tu boca jugosa que empalaga, los pedazos de amor que entregás a tus propias espaldas, escondiéndote incluso de vos.
El líquido amnésico de tu intuición amalgamada de deseo y tu intención de disimular que no sea más.
La prosperidad de tu cuerpo sobre el mío y la estupidez del que no se note.

Extraño el ímpetu de tus caderas apunando mi deseo y la magnificencia de tu conducción hacia mi amplio placer. Las bocanadas de deshielo que le imponés a mi materia. Los elogios de tu pubis.

Extraño el roce de tu aliento que lastima mi quietud y la negligencia de mis gemidos indómitos.

Extraño tu mirada impúdica que me modifica las rimas de nuestros encuentros, amalgamándonos uno dentro del otro. Los susurros jamás dichos. El sabor de tu lengua, la enumeración de los desmanes que me provocás.

Extraño el mucho y el todo, la totalidad de tu presencia. La perfección de tu accionar y la pulcritud de tu bálano.

Demando más, demando eso que me mezquinás. Demando no extrañarte y que tus miedos no intervengan. Los pros y los contras y los “demases”  que se esfumen.

Demando que le hagas caso a tus quiero e ignores a tus debo.

Demando que te hamaques sobre mí, que me sometas a ese placer perpetuo.

Demando no extrañarte, a que no me inventes excusas parapléjicas que ni vos te crees.

Reniego olvidarme de tu aliento, de la perfecta conjunción que hacíamos el uno debajo del otro. Incluso reniego de perder el refriego de tu psoas, pendiente de mi ritmo. Del grito arrancado de mí inconsciente.

Declino lo que siento en pos de mi placer.

Declino el sabor a revivirte si me regalás una vez más.

Prometo que la despedida será veraz, incondicional y solemne. Precoz para mi gusto, pero respetando a tu otro yo, que te domina, que te cabalga y somete.

Prometo que estas últimas palabras, son mi última crítica.

Pero también prometo no olvidarme de tan perfecto placer que me entregaste, de que te extrañé y demandé. Que renegué y decliné, y sobre todo prometo no volver a prometer.

Valy Wainer

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