TARDE DE CINE
Te acuerdas. ¡Que humedad trajo aquel octubre del 2008! Con calor, además.
Me habían dado vacaciones anticipadas en la Empresa, luego del descalabro financiero global que hizo que se dieran cuenta que venderían menos autos, y de que yo, Gerente de Asistencia Técnica, tenía días pendientes de ser gozados.
¡Y creyeron que mandándome a casa, iba a gozar!
Tú, ¿sabes lo que es un bodrio? Un bodrio es quedarse en casa mirando TV con el ventilador en la cara, dormitando de a ratos, y puteando por no tener ganas de nada, en tanto tu mujer se va a trabajar a su consultorio.
Ese miércoles, ya cuando me desperté, decidí que no sería una tarde bochornosa más. En el desayuno le comenté a Pilar que a la tarde iría a ver una película, para aprovechar el aire acondicionado del cine.
Como pasa siempre, tu la conoces, tomó el diario y se abocó a leer la cartelera con la intención de señalarme que peli debía ver, pero esta vez no le iba a permitir meterse en mi programa, así que le dije:
-Pilar, mi cielo, basta por hoy. Yo elegiré mi entretenimiento. ¡Hazte humo de una santa vez!-grité, señalándole la puerta de calle. Comprendió, tomó las llaves del auto, y salió dando un portazo. Abur.
Llegué al shopping, subí hasta la zona de cines y, acercándome a la boletería, le solicite al chaval una entrada para la sala más vacía.
-Hay una de miedo - me dijo - Tiene una sola entrada vendida, y acaba de comenzar.-Esa es la que quiero - dije, abonándole el importe. Pasé el control e ingresé a la sala.
Encontré que estaban proyectando los avances de los estrenos por venir. A la vez, comprobé que el boletero no me había mentido: pude observar, en la semi oscuridad, un peinado de mujer en la punta de banco de la anteúltima fila de butacas. Era la única presencia humana en toda la sala. No le di mayor importancia, y me desplomé en el asiento más a mano, apoyando las piernas en el respaldo del de adelante. Suspiré profundamente, mientras las luces decrecían en intensidad hasta apagarse totalmente y el aire acondicionado me fue envolviendo, como una brisa proveniente de Alaska.
Debo de haberme dormido. Como despertando, percibí que una lengua inquisitiva me lamía el lóbulo de la oreja y entraba en su pabellón, cosquilleándome de tal forma que me estremeció una corriente eléctrica, sacudiendo mi pubis. Quise darme vuelta pero unas manos suaves y acariciantes me lo impidieron, apoyándose con firmeza en mis mejillas e inmovilizando mi cabeza. De pronto sentí que la mano derecha abría la cremallera de mi jean, deslizándose hacia adentro de mi bragueta posesionándose de mi miembro, ya semi erecto. El suave toqueteo, retirando el prepucio hacia atrás, dejó el glande al descubierto y lo hizo crecer en plenitud.
El reflejo plateado de la pantalla iluminaba la escena como una luna llena, y un perfume erotizante inundaba mis fosas nasales. Ladeé mi cabeza y un pecho rotundo, coronado por un pezón agresivo, me rozó la frente.
Instintivamente, sin voltear la cabeza, lo introduje en mi boca empezando a succionarlo como un crío a la hora de comer.
El quejido de placer que siguió me habló de un cuerpo ansioso y necesitado de sexo.
Mis manos se alzaron, corriendo por la piel de dos piernas gruesas y firmes como columnas que sostenían al juntarse un templete piloso. No había prenda íntima, y mis dedos llegaron a una hondonada.
Unos quedaron en sus orillas, rozándolas suavemente, mientras otros se adentraban en sus oquedades hasta llegar a una pequeña pirámide a la cual circundaron con cuidadosa caricia.
Los gritos provenientes de los altavoces de la sala, que se debían al terror que los personajes sufrían en la peli, ahogaron los aullidos incontenibles proferidos por mí y ese alguien, misterioso, femenino, que me retornaba a lo más profundo de mis sensaciones primitivas. El vaivén de esa invisible mano derecha se hizo paroxístico, mientras dos de mis dedos entraron en una cavidad insondable y se curvaron dentro de ella. Escuché un ronroneo gatuno de placer y una voz en mi oído que dijo – me estás tocando el punto G, me cooorro-, al tiempo que yo sentí una corriente de lava ardiente escurrirse por mi sexo y saltar al espacio en chorros, impulsados por cada uno de mis estertores.
La inefable sensación duró segundos, los suficientes para que percibiera que el pezón que chupaba, goloso, se retiraba de mi boca, y también para que mis dedos, pringosos de jugos, quedaran abandonados sin protección, y expuestos al frío aire acondicionado de la sala.
Ahora viene la parte que tú nunca me creerás, pero cuando pude dar vuelta la cabeza y mirar hacia atrás, la sala estaba vacía.
…
No te rías, hombre, que no soy de inventar cosas. Espera y verás.
...
Me acomodé en el asiento limpiando, y limpiándome el semen derramado con pañuelos de papel
Cuando acabó la función y encendieron las luces, yo estaba en la sala más sólo que moro perdido en el desierto. Salí, y fui directamente a hablar con el boletero.
-Dime, por favor, la mujer que salió antes de que terminara la peli, ¿Cómo era?
- Ah, es una habitué de los miércoles, en esta sección de precio para jubilados. Para mi que el cine no le interesa. Siempre me pide que le de para la sala más vacía, sin interesarle que peli dan, y termina yéndose antes de que termine. No lo creerás, pero debe disfrutar mucho del aire acondicionado, puesto que siempre sale con una cara de felicidad que llama la atención. A la ancianita la bautizamos “la reliquia”… por lo mayor, ¿sabes?
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TITO DEVREK